viernes, 13 de julio de 2012

Una despedida puede abrir un millón de heridas.

Tus palabras podrán engañarme pero jamás lo harán tus ojos. Cuando pronunciaste esas dos palabras tan serias e importantes supe al instante que mentías. Ese brillo en los ojos levantó mis sospechas y apartar la mirada definitivamente te delató. Entonces supe que ninguna de esas dos palabras era cierta. Ni yo era la persona a la que amabas ni creo que pudieras tú amar a alguien de verdad. Entonces supe que estaba presenciando nuestro último beso y que tú serías la última persona en besarme en mucho tiempo. Y es que en ese instante me dí cuenta de que yo sentía más por ti que tú por mí y que siempre iba a salir yo perdiendo. ¿Por qué seguir luchando por algo que sabes que no funcionará? Mejor parar a tiempo y mantener intacto ese maravilloso recuerdo. Aún hoy me veo en ese día, en ese lugar, sintiendo tu aliento, echándote de menos aún estando a dos centímetros de tu cuerpo. Ese momento en el que me dí cuenta de que lo nuestro no tenía remedio.

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