martes, 24 de julio de 2012

Si llorar es la cuestión.

Lloré de impotencia porque él aquel al que creía querer me trataba peor que una mierda. Lloré de alegría porque de la nada apareció un chico que sí merecía la pena, un chico al que no merecía. Lloré de tristeza porque le quería pero las circunstancias me impedían seguir con él. Lloré porque mi orgullo me impedía decirle lo muchísimo que le echaba de menos. Lloré de alegría cuando por fin conseguí decirle esas tres palabras, "te echo de menos" y me respondió un traicionero y ruín "y yo, te quiero bebé". Lloré porque pensé que le había recuperado y a la semana de estas palabras se me fue de entre las manos. Lloré porque empezó a salir con ella, tenían ya nombre, fecha y usaba con ella las mismas frases que un día cuando nos queríamos con locura me dijo a mí. Lloré cuando le ví con ella y me ví sola y resonó en mi cabeza su "te esperaré lo que haga falta". Lloré porque quería odiarle y olvidarle pero me era imposible. Lloré porque habría dado mi vida por recuperarle pero quería que él fuera feliz. Lloré porque por fin me dí cuenta de que no le necesitaba para vivir y que estaba engañándome a mí misma diciéndome que no viviría otra bonita historia de amor.
Y entonces se repitió el bucle y después de echarle muchísimo de menos y sentirme vacía, acaba de suceder la frase número dos.

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